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Este es el post número cien. Y es el final de este blog, por demasiados motivos.

Hay historias que se acaban porque tienen que acabarse, o porque simplemente las partes se cansan de seguirle aplicando electroshock al pobre amor que cae a emergencia, así como me explicaban el otro día en un cierto mall con una cierta tipa que cantaba pésimo. Este proceso de agonía en realidad fue super largo, y quizás fui yo misma la que pensó que alguna vez todo iba a volver a ser como antes.

Pero no lo será. Porque las cosas, las personas y las vidas cambian.

Me demoré casi un año en entender que forzar el amor es una estúpidez. Y en el proceso hice pedazos todo lo que encontré para defenderme de la sensación de que la vida se me iba con cada suspiro de desilución que me salía de la boca. Pero la vida no se me acabó, y todo se vuelve a construir de a poco.

La Koté me dijo que crecí, pero yo no lo creo. O quizás si, quien sabe. Pero ahora estoy tranquila, y creo que aquí quedan recuerdos hermosos de sueños bellisimos que me gustaria recordar como una buenísima étapa de mi vida, con una inocencia que no volveré a tener en forma tan completa como la plasmé aquí. Acá se quedan tantas cosas lindas, que espero que alguna vez sirvan tanto para mí como para cualquiera que quiera recordar viejos tiempos. Yo a veces lo hago.


Y para lo que viene...

http://azaharenflores.blogspot.com

Un abrazo, y hasta siempre.

Domingo.

No hay forma de que las cosas terminen bien, si consideras que para sacarlo de mi vida tendría que tomar un poco de mi memoria y de lo que soy ahora y tirarlo al basurero, con el riesgo de quedar como queso mordido o como yenga endeble. No hay caso, porque va más allá de poder olvidar o superar cosas, nunca se olvida y la superación es algo que depende del estado de ánimo diario. Creo que ya es algo casi fisiológico, algo que va más allá del corazón, la cabeza o las piernas tiritando, sino todo junto y algo más. Creo que tendría que sacarme el estómago y tirarle todas las miles de mariposas de papel de volantín que tengo dentro en la cara, sacarme un poco los ojos y por sobre todo sacarme la piel, devolverle tantas cosas que nos dijimos sin palabras y que se quedan tatuadas con tinta invisible entre los huesos y la ropa. Tendría que tirarle en la cara todo mi aliento para explicarle que muchos de mis suspiros fueron por él, sacarme los oídos para devolverle sus palabras entrecortadas o los gritos por teléfono. Son cerros de papeles, entre los míos, suyos y nuestros: cuadernos, cartas, fotos, rosas secas, regalos, peluches, helados, caminatas de la mano, pasajes en metro, locuras de noche, escapadas sin permiso, mentiras no piadosas… ¿Cómo devolverme yo? ¿Cómo devolverle mi cama de noche, mi teléfono ahogado, mi ropa mojada, mis ojos llorones, mi pelo perdido, las millones de canciones, un par de sueños quebrados y una niña de sueños?...

Empecemos por devolverte una frase: “no te enamores de mi, cariño”.

Portí.

Pedro se fue a España siguiendo a su amor. Yo siempre leía su blog hace algunos años, le perdí la pista cuando se enamoró de Mireia, una española. Y ¿sabes? se fue con ella. Y fueron felices hasta que terminaron. Y el volvio hecho una plasta, pero felíz de haber hecho algo. Algo.
Pacita se va en 5 días a las Europas. Solamente con un pasaje y sus ganas de vivir, y de olvidar. Pero ella y yo sabremos que no olvida, aunque se vaya. Se irá y podrá ver si se puede o no vivir sin ese amor que te ahoga, y a la vez te deja respirar.
¿y yo que hago? yo no se huír. O sea, si sabia, pero ya perdí la práctica. Por años me escape de todo. Y de todos. Y ahora no puedo escaparme de esto que es tan grande que me ataja de lo spies cuando quiero irme, que me obliga a pedir perdón cuando lo mancho intentando odiarlo. No puedo irme, pero también sé que no puedo obligarte a que te quedes conmigo. La diferencia es que yo ya no confío demasiado en el destino ni en nadie, y no puedo asumir ese algún día que tantas veces nos juramos. Entonces, nuevamente, que hago yo? yo decido entre quedarme o irme. No porque tu me lo pidas, que quede claro, sino porque es lo que yo debo hacer. Quizás esta es la historia que les contaré a mis nietos, cuando les diga que tuve un amor de verdad, que fui feliz y que lo perdí, porque el penso que era un riesgo y yo no entiendo lo que es arriesgarse. Porque no me quiero ir huyendo, me quiero ir contigo o sin ti. Porque quiero hacer algo enorme, y creo que lo único que me queda es hacer(te) caso y borrarme del plano visual... Aunque aún no se si es por tí o por mí... quizás sea por los dos.
Pero te quiero... y quiero hacer algo. Algo así como escribirte tanto tanto que te marees. Pero no hoy, que me queda una lista por terminar...

Porque sí.

Y tu me miras y me preguntas porque todo esto... y yo te imagino a 15000 kilometros perdido en una selva sin pensar en nadie mas que en ti... y tu me miras y me preguntas porque sigo aqui, y yo me duermo todas las noches pensando el porque tu no estas para mi. Y entonces me mira el mundo y me pregunta que quiero, y yo me miro y me doy cuenta que no quiero nada realmente. Nada que no sea lo que siento, nada que salga de mis sensaciones mínimas de felicidad. Nada que quiebre lo que siento, ni que me haga sentir otra vez. Siento que me caigo en algo extraño, algo que me da un miedo y una desconfianza horrible, pero que al mismo tiempo no puedo parar. No es el momento de tomar desiciones aún, tampoco es el momento de abandonar. Y tú me miras y me preguntas que me pasa... y yo te miro y pienso que te pasará por la cabeza cuando me rompes el corazón. Y me preguntas porque te quiero... ¿cabe mas que un porque sí?

¿Amanda, dónde estás?

Amanda? Te he buscado tanto y no te encuentro... donde te metiste? Ya no apareces en las noches, ya no te encuentro ni en las niñas de la calle ni en mis sueños perdidos, ya no te siento cuando grito de desesperación y prendo velas clamando tranquilidad... ¿dónde estás, Amanda? En que vagón de metro, en que lágrima pérdida, en que sueño que no recuerdo, en que momento en que quise odiarlo todo, en que desición estúpida, en que momento perdí toda la tranquilidad que significaba pensarte como lo único seguro en mi futuro... no estás aquí, Amanda? No te dejé en uno de los mil borradores que le deje a quién ya no puede ser escrito aquí? No te perdí en los kilos, las lágrimas, el pelo, los sueños, el viento, la sangre? No aparecerás otra vez a decirme mama, todo está bien en el marco de mis sueños frustrados? No volverás a recordarme lo que yo era y no lo que parezco ser ahora? No volveré a verte desde el último sueño en que te ví decirme adiós yendote a buscar a quién tu sabes? Y si no lo encuentras nunca? Y si no vuelves? Y si te extraño?

¿Dónde estás, Amanda?

Quiero.

Estoy metida en un pedacito del chocolate que no te comiste hoy. Soy algo así como una molecula de tu saliva que se poso en una comisura de tu boca medio rota, y no quiero moverme de ahí. Convivo a diario con toda tu realidad invisible, imaginándola desde el rincón en que decidí posicionarme, esperando en silencio. Ese silencio que se rompe cada vez que me abrazo a tu espalda y lloro, que siento tantas cosas que creo que voy a explotar. Cada vez que pienso que todo está mal, y que luego siento que todo está bien... cada vez que pierdo la paciencia y la encuentro en la luz amarilla en la mañana y azul en la tarde que inunda tu pieza ya inundada por los dos... Cada vez que creo que nada tiene mucho sentido pero hay ciertos momentos, espasmos, gritos, suspiros y gemidos en que siento que si lo tiene.
Aunque no niego que me muero de ganas de gritar que estoy aquí...

Miénteme y dí que no estoy loco.

El título es de una canción de Bosé que es tremendamente pegajosa. Hoy la escuchaba mientras meditaba en lo que era realmente la felicidad, luego de uno de esos dias mixturados en que aunque el mundo siga girando para mi estaba en pausa, detenido en un momento de ayer. Parado en un minuto del reloj del cual aun no me decido a dejar correr. Parado hasta tal punto que hoy, mientras caminaba a mi casa con el vientito fresco de las 7 de la tarde comiendo cabritas y escuchando Serrano a todo volumen pensaba: realmente, si uno no pudiera comparar cabalmente unos momentos con otros, la vida seria menos mala. Y también menos buena, claro, porque uno no sabe que es feliz hasta que se da cuenta que antes no era lo mismo y que acabada la felicidad tampoco lo volverá a ser. Ahí tienen una tarea para cuando podamos ordenar la evolución: que la comparación se anule. Aprenderemos a ser felices con el momento y a no intentar recuperar lo anterior pensando en lo de ahora. Y ahora es la canción de Serrano mejor de la vida:

Ahora que la adolescencia es un septiembre lejano,

humo de cerveza en un portal, un verano inacabado.

Algunos años en la facultad de ciencias,

papeles escritos,

ron de Cuba, hojas de hierba,

un tren dormido en una vía muerta,

la luz de la ventana azul que siempre estaba abierta.



Ahora que quedan tan lejos las playas de Corfú,

las estaciones de trenes de Praga, Hamburgo o Estambul,

los viajes que trajeron a otros vistiendo nuestros cuerpos,

la luz de una cafetería, los amores conversos.

Ahora que te cansas y las piscinas cierran,

y apura el último baño la luz de las estrellas.

Ahora que regreso a los lugares a donde quise huir

y nadie me espera allí.

Ahora que casi llego a fin de mes,

que amo a una mujer.

Que amo a una mujer.



Ahora que pago las facturas, que me besé en La Habana,

que sueño con Lacandona, que ya no escribo cartas,

que cumplimos más añós que promesas,

que se hunden nuestros corazones como la vieja Venecia,

que llego tarde a los cines y al fin del planeta,

que alquilo un pequeño piso en un castillo de arena.

Ahora que duelen las resacas y cortan como una navaja.

Ahora que nadie nos saluda por los bares de Malasaña,

que pido auxilio, besos y comida por teléfono,

que fumo flores y lloro a veces mientras duermo.

Ahora que tiemblo como un niño abandonado.

Ahora que viejos amigos nos han traicionado.

Ahora es el momento de volver a empezar,

que empiece el carnaval,

la orgía en el Palacio de Invierno, de banderas y besos

.Se cayeron mis alas y yo no me rendí,

así que ven aquí,
brindemos que hoy es siempre todavía,
que nunca me gustaron las despedidas.

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